PRIMERO
La poesía recogida en el libro Brahm Darshan, Himnos, de Javier Ortiz Cabrejos es una obra de precisión. El conjunto recoge la producción poética de más de treinta años de trabajo. Son dieciocho poemarios en los que se despliegan un poco más de cien poemas. La brevedad misma indica un camino de depuración, de construcción cuidadosa, filtrada. El lapso, a veces grande, entre unos y otros, señala también una escogencia de momentos finos, agudizados por la fabricación esmerada y paciente. Leyéndolos tiendo a recordar la comparación que suele hacerse de la manera cómo científicos y poetas seleccionan sus palabras. Las eligen con el cuidado suficiente para denotar los más estrictos significados; en los lenguajes de la ciencia acortar o eliminar la ambigüedad es una necesidad intrínseca del oficio: la obligación de expresarse con la mayor exactitud.
Por su parte, las palabras al ser célula viva de la poesía llevan un designio de rigor aunque exploren significados amplios, a veces múltiples y contrarios. La certidumbre, concisión, minuciosidad con que son dispuestas las palabras, imágenes y frases se vuelve una condición del carácter de esta poesía de Brahm Darshan. Se siente que han sido traídas por su valor explícito y no intercambiable. Son una sobriedad y quintaesencia.
SEGUNDO
Tal vez por su formación y práctica como arquitecto, la escritura de Javier Ortiz Cabrejos está en una obra que se despliega espacialmente. Es una poesía eminentemente visual, construida no solo para ser leída u oída sino para ser vista, recorrida, ya que palabras y sonidos conquistan el espacio. (El poeta se adentra en la ya vieja y prolífica tradición de poesía visual que en Occidente se revitaliza desde los experimentos de Mallarmé a fines del s. XIX). Hay un diseño, un dibujo abstracto evidente en cada poema, formado por la disposición de estratégicos vacíos entre palabras, frases y líneas.
Los poemas se encuentran intercalados de espacios blancos, mudos, donde las palabras parecen emerger de una nada que los circunda. Es una nada activa sin embargo: significante; una continuidad que surge del silencio entremezclado. Silencio deliberado colocado entre las sonoridades de las palabras quizás para hacerlas más rotundas y recientes. Nos hace mecer entre la quietud y la actividad; promueve el sonido puro y la profundidad del silencio en un movimiento continuo, respiratorio.
Este aspecto nos sitúa en nueva sintaxis que rompe la linealidad del discurso y la lectura, y nos sumerge en los ritmos internos del poema y también en la realidad particular que cada uno hace germinar.
TERCERO
Este conjunto de poemas o himnos (cuya clásica definición como cantos y textos que exponen sentimientos de alegría y celebración, cobra aquí plena validez) exaltan sobre todo un estado de conciencia en el que la individualidad tiende a disolverse en algo mayor, indefinido y absoluto. Propenden por la descripción de momentos de plenitud, de entrega de la conciencia a la unión con lo infinito. Poesía mística (por usar un término genérico y más bien gastado para describir estas experiencias “cumbre”) que, sin embargo, por la misma diversidad expresada en los poemas muestra que no constituyen una práctica que pudiéramos llamar estándar. No hay nada predecible en ellos, ni repetitivo. Por el contrario, esos estados, si seguimos su curso entre los poemas mismos, se manifiestan de diversas maneras, y con múltiples trazas. Son una búsqueda incesante más que un llegar a una situación conocida o verificable. Los poemas siguen el rumbo de la variedad que el poeta explota con imágenes, figuras, ritmos distintos y multiformes:
No hay un solo infinito
ahora lo veo
cada infinito un sabor distinto
de Purushottam Gita,1997
En la íntima lectura de estos poemas uno descubre igualmente que de lo que hablan no es tampoco la habilidad de seres especiales y dotados, hombres únicos con poderes de comunicación extraordinarios. Más bien constituyen una provocación a dejarse llevar por la fuerza de palabras e imágenes, y en ellas y en lo que representan, descubrir las alianzas no tan visibles de un todo subyacente:
La memoria se activa
en ésta
mi nueva gran cabeza
lista para percibir simultáneamente los cofines
de lo mínimo lo máximo y lo próximo
y más adelante en el mismo poema:
Puedes conversar con todas las cosas
a través de los tremendos ojos de la vaca
de “Altiplano”, 1999
En su célebre ensayo de hace sesenta años “La revelación poética” del Arco y la Lira, el poeta mexicano Octavio Paz reflexiona sobre cómo ese estado de ananda (deleite con lo uno), si bien puede ser privilegio de algunos, todos alguna vez lo hemos vislumbrado así haya sido por fracciones de segundo. Hemos percibido algo semejante a un sentido de certidumbre, de vivir un tiempo auténtico y original. No es necesario ser místico para rozar esas experiencias. El poeta diviniza como el místico y como el enamorado esa condición que emerge como la natural identidad humana perdida u olvidada, como esa inocencia primordial. Pero todos hemos estado enamorados o hemos sido niños para saberlo.
CUARTO
Uno tiende a sospechar que la poesía de Brahm Darshan, Himnos, no es el relato de un conjunto de experiencias que han tenido lugar para el poeta en el pasado y que ahora recrea; la narración de sus estados meditativos y de lo que pudo recordar de ellos. Por el contrario, todo indica que la experiencia y la escritura son simultáneas; el poema convoca el momento y con él la declaración de ese instante que se nombra. El poema opera pues como una especie de mantra, se constituye en una invocación y se convierte en experiencia pura.
En Ars poética (la íntima confesión que hace el escritor de su manera de actuar y donde expresa las creencias del alcance de la poesía misma), dice:
La noche comprime el universo
lo deja del tamaño de mi alcoba
mis ojos arrobados gatean sus meandros
es momento de verso
de universo reunido
de Versículos, 2007
Aquí está la evidencia de que el tiempo que van desgranado las palabras es el mismo del descubrimiento de la reunión, de la unidad universal. Si no se habla, si no se le menciona, la revelación no acontece tampoco.
Lo anterior es patente en todo el libro y se manifiesta claramente al percibir que los poemas se refieren siempre a un tiempo presente. No hablan como promesas de lo que acaecerá o como descripción de lo ocurrido.
El propio Octavio Paz ha mencionado cómo el presente es la forma más pura del tiempo; la única existente. El presente del poema es también el tiempo del enamorado, del niño. El tiempo de la vida real. Por eso meditar, en el fondo, no es otra cosa que ser consciente en forma cabal del presente; apropiárselo. Los pensamientos que se limitan a la situación inmediata propician la quietud anímica, la serenidad y la posibilidad de ver sin prejuicio y dolor el mundo, de conocerlo en profundidad:
Transformar el mundo
por la sola presencia
sin ninguna misión que cumplir
Perfumar campos desérticos
sin enseñar nada
sin esperar
[…]
Solo de corazón a corazón
Fluye el conocimiento
de él te alimentas
aunque lo ignores
de “Sin que te des cuenta”, 1997
QUINTO
Por su afiliación a la literatura mística o de carácter religioso, pudiera esperarse que la poesía de este libro estuviera marcada por la austeridad o por las rigideces del ascetismo. Sin embargo, y asumiendo una tradición que contradice esa aparente vinculación entre mística y severidad lo que encontramos es el desborde de los sentidos. El poeta está en plena posesión de su capacidad creadora de imágenes, de metáforas explícitas y repletas de sensorialidad, dibujadas con todas las formas que arrojan los sentidos excitados; incluso en su nivel sinestésico, cuando estos se confunden entre sí, y rebosan de su propia percepción:
veo el sonido
y todas las formas que contiene
(…
)
el oído es siempre el que mejor observa
de“Silencio”, 2010
Como en el bíblico Cantar de los Cantares o en esa cima de la literatura mística del s. XVI, El Cántico Espiritual, de san Juan de la Cruz, imágenes exuberantes, coloridas y sensuales celebran los acontecimientos amorosos en los que se complacen. Resalta en la poesía de Javier Ortiz Cabrejos la profusión de imágenes creadas, su originalidad y riqueza. En muchos casos son la esencia del poema, su razón de ser; es su fuerza, su delicado y constante ingenio las que lo dotan objetividad. El placer de la lectura de este libro está en buena medida concentrado en saltar con sorpresa y agilidad entre sus imágenes. Constituyen una seña de identidad de su poesía a la que dota de luminosidad y presencia. Y como en los poetas mencionados también el amor (a alguien indeterminado o a Dios mismo) se expresa en voluptuosas maneras y con las expresivas figuras del enamorado:
Despiertan en todas partes
verdes azules grises deleites
miles de ojos
que me guiñas
que resplandecen con tu brillo travieso
que cantan sonríen y me encantan
que me envuelven
[…]
Sólo tu amante
El eterno amante de todas tus formas
de “Amor Libre”, 1995
SEXTO
Con todo, la imagen predominante en todo el libro es sin duda la del océano. No solo se encuentra inscrita en muchos de los poemas, sino que constituye uno de ellos en forma completa (“Los ríos del océano”, 1992). La simbología del océano o el mar siempre ha estado asociada con un grupo amplio de atributos y explicaciones. Representa, sobre todo, la polaridad entre la vida individual, la gota, la ola, y la vida universal, en su inmensidad; entre el movimiento de su superficie, el oleaje y la quietud de sus profundidades; entre la conciencia, la lógica y el dominio de la acción y la disolución en el subconsciente indeterminado y potencialmente peligroso, como es el poco conocido mundo submarino. En suma, es una vasta expresión que contiene y conforma en sí misma el germen de los contrarios.
Imágenes del océano y de las aguas subsidarias proliferan también en muchos de los poemas: los ríos, lagunas, la lluvia, la neblina, el rocío, las lágrimas, el sudor corporal. Este conjunto de alusiones a corrientes líquidas y vaporosas no sólo revelan su final confluencia en el gran caudal oceánico ( el alusivo a “todos los ríos que van a dar a la mar que es el morir” de Manrique), sino que le dan al libro un ambiente acuoso, húmedo, donde las cosas y seres parecen más bien nadar, mecerse, que gravitar:
Este es tu universo
flota sobre mi manso cuerpo de agua
pero hay más
una gota un universo
y en cada poro una uno
que levita en aroma mi piel de incienso
de “Cuerpo Celeste”, 2001
El escritor se vale de este fluir, de este movimiento tenue que las imágenes construidas a lo largo del libro proporcionan para conferir a la poesía con un nivel de conciencia y realidad ampliado, que parece estar más allá del prosaico estado de percepción y densidad de lo cotidiano, tangible y rutinario.
En esta inmensa metáfora de un océano incluyente y misterioso, siempre cambiante y enigmático, representación del Ser, de las fuerzas del universo y de la conciencia humana reside probablemente el núcleo que anima este gran intento poético de decirnos lo que somos, proyectándonos en una imagen pronunciable y dúctil que refleje la totalidad.
SEPTIMO
Tal vez hay que leer este libro con el cuidado y exactitud con el que fue escrito; con lentitud, con los sentidos abiertos, sumergiéndose en sus aguas y compartiendo sus amplios designios
Dr. JOSÉ ANTONIO CARBONELL
Lic en Literatura y Filosofía de la Universidad Javeriana de Bogotá
Postgrado en Edicion de la Universidad Pompeau Fabra de Barcelona
Editor
Ex Director Editorial del Convenio Andrés Bello
Abril 10, 2013.
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