UNA PLEGARIA A LA LIBERTAD
Deliberar sobre la inocencia a
través de la danza.
Usar un texto que se recrea
constantemente en las verdades esenciales de una eterna adolescencia.
Para su última obra en Lima antes
de dirigirse a nuevos rumbos, el maestro de danza y coreógrafo costarricense
Francisco Centeno escogió llevar a escena un hito de la literatura peruana, Los
Inocentes de Oswaldo Reynoso.
¿Cuáles fueron los motivos de
Francisco?
Me parece encontrar esas razones
en el lenguaje que él decidió usar para decírnoslo.
Así como Reynoso incorpora por
primera vez en la literatura peruana el lenguaje de los jóvenes y una riqueza léxica de uso coloquial como la
jerga, haciendo de lo común, poesía y de lo cotidiano una obra de arte; así
encontramos que Francisco usa un lenguaje de movimientos enriquecidos con un
léxico inédito, vigoroso, de gran riqueza visual y altamente poético.
Francisco, quién pasó los últimos
años en nuestro país, ha estado en ese
proceso de incorporar nuevos movimientos a través de la exploración de un lenguaje del movimiento suave y fuerte,
preciso y técnico, audaz y altamente personal. Con su paso por el Ballet Nacional, el Ballet de San Marcos y
otros estudios privados, ha contribuido
a enriquecer el lenguaje de la danza en nuestro país. Por ello no encuentro
casual que para despedirse de Lima, consciente o quizá inconscientemente haya
recurrido a una obra que marcó un antes y un después en la literatura peruana.
El uso de este lenguaje con bailarines
de formación clásica acostumbrados a un
discurso de movimiento probablemente mas rígido ha enriquecido su danza
permitiéndoles explorar nuevos extremos de su virtuosismo e incorporar nuevas
técnicas a su quehacer habitual sin perder la fuerza y precisión de lo
académico mientras incorporan la liviandad y expresividad de la vanguardia. Pero y sobretodo no dejar que
la técnica opaque la intensidad ni la
pasión sino que estén al servicio de ella. Ya lo dijo Martha Graham “los grandes bailarines no son geniales
por su técnica, son geniales por su pasión” y los bailarines de Francisco,
conducidos sabiamente por él, tienen lo
mejor de ambos mundos. “La danza no solo es la trasmisión de una técnica sino
de un impulso vital profundo” dijo Isadora Duncan. Eso es lo que nos trasmiten los bailarines de
Francisco.
José María Arguedas alguna vez
dijo sobre la obra de Reynoso que “Los Inocentes, muestran una mezcla de la
jerga juvenil con la alta poesía”. Que mejores palabras que las de Arguedas para
describir a “Los Inocentes” de Francisco. Alta poesía. Vi su obra dos veces y me quedé con ganas de
verla mas. Y las palabras de Arguedas resuenan en mí de manera reiterada. “Alta
poesía”. Poesía del movimiento.
Y la danza, la “Alta Danza” es
poesía. El maestro de danza, el poeta del espacio. Usa el movimiento de los cuerpos, el sonido, las luces y demás
detalles para finalmente revelarnos la magia del espacio como un ser vivo y
dinámico, convirtiendo lo inasible en algo palpable…. por un instante. Lo multidimensional
es intuido a través de nuestra limitada percepción tridimiensional.
La “Alta Danza” puede ser
descrita tal vez por las palabras de Platón al referirse a la poesía “Esa cosa
liviana, alada y sagrada”.
Y en la Danza, sucede como en la
poesía. Como decía Borges “La materia de la poesía es la emoción”. No las
palabras. La materia de la “Alta Danza” es la emoción. No los movimientos. Como
Octavio Paz dijo refiriéndose a lo que trasmite la poesía: si sentimos emoción,
si sentimos placer, si sentimos liberación interior, revelación, expansión
espiritual, intuición, danza, creación de nuevos mundos y epifanía… Tal vez
eso, sea la “Alta Danza”. Tanto para el que la percibe, el espectador; como
para el que se presta a ser ese canal preciso y privilegiado para su
revelación, el Danzante; y el generador de todos esos mundos y emociones y de
nuevas formas de experimentar éxtasis, el maestro de Danza. Trinidad.
La poesía es considerada por
muchos autores como una realidad espiritual inasible. Un estado de conciencia.
Un estado del Ser mas allá del arte. No
es ésta acaso una forma de describir la Danza?
Así como “metros y rimas no son
mas que correspondencias, ecos, de la armonía universal”, Octavio Paz, así los movimientos en danza solo son el pretexto, el instrumento que nos revela, por
un instante, la mística atemporal del espacio. “Yo siempre he sido místico”
dijo alguna vez Reynoso. Y Francisco
explora con su danza esos confines a través del rito del movimiento.
“Sagrada” nos dice Platón. Y
Reynoso confesaba “La literatura para mí, además, es un ejercicio artístico, una manera de expresarme y a
través de esa expresión poder encontrar el misterio. Lo sagrado”.
Ese misterio, eso sagrado que se
hace evidente entre cada movimiento
inspirado por Francisco y co-creado por sus extraordinarios Danzantes a quienes
seguramente ha mostrado como contactar con su Ser para danzar desde allí y
crear poesía. Danza. Esa sagrada comunión donde el cuerpo del Danzante es
entrenado para desaparecer y convertirse en
espíritu. Para desaparecer su opacidad y hacerse trasparente. Y dejar
que la luz, su luz, nuestra luz que se reconoce irradiando en el Danzante,
brille, se expanda y sea nuevamente
Infinito Vibrante. “Lo que yo pretendía era que mente y espíritu fuesen los motores
del cuerpo y los elevasen sin esfuerzo aparente hacia la luz”, Isadora Duncan.
Francisco también parece incluir
en su obra, la poética mas reciente de
Reynoso en obras como “Busca de Aladino” y “El goce de la Piel” donde la
contemplación del cuerpo se hace poesía o como dijera Gonzáles Vigil, se puede percibir “la límpida moral de la piel”.
Cada movimiento compuesto con un
léxico novedoso por Francisco nos acerca a experimentar una inefable belleza.
Ha alimentarnos de lo inasible. De la Inocencia de la pureza. De la pureza del
arte puro. Y hacernos Inocentes. Los inocentes que nos alimentamos de ese "centeno" sembrado por Francisco para que nuestra alma se recomponga… o
simplemente divise, experimente, nuevas dimensiones de expansión de conciencia.
Y el espacio. Cada punto en él descubriéndose
silenciosamente… o tangiblemente, con cada nube de polvo…que se eleva desde el
piso convirtiéndose en una realidad etérea que se alza hacia los cielos después
de acariciar los pies desnudos. Las matemáticas cartesianas se vuelven vivas y
laten cada vez que se desliza un cuerpo en aquella "ilimitada kinesfera", como la
llamaría Laban. Todo misterio es
percibido…simultáneamente. La velocidad de los movimientos no deja lugar al
pensamiento. La razón y el análisis se quedan sin aliento, mientras se pinta el
espacio con nuevos colores, con distintos sabores de movimiento y diversos
arcoíris que segrega cada poro de los cuerpos.
Y todos los colores, hechos uno. El blanco. El blanco de la inocencia, de la pureza, de todo inicio. Un blanco
polvo que es…el polvo del inicio, de la concepción, de la procreación. El
blanco polvo del fin, de los huesos que quedan, demolidos, al final de los
tiempos. Así encontramos la unión de los opuestos en ese blanco color del
polvo. Presente al engendrar un cuerpo. Presente al momento de su disolución. Presente
en todo momento, como nube, como humo,
inhalado, exhalado, alucinado. Perpetuo. Como punto de inicio. Como los sueños que se alcanzan y los que quedan en el
camino. Como punto final.
El polvo y su blanca inocencia que no sabe cómo
se moverá después, es el séptimo Danzante. Y con su danza aleatoria avanza en
movimientos que dejan a todos los espectadores
cubiertos de la pureza de la Danza,
integrados todos en una totalidad unificada. En ese nuevo universo creado por
Francisco, en esa láctea vía creada por el polvo... y por la danza.
Y en esa totalidad de repente un punto. Un punto
de luz. Un punto de fuego que exhala humo desde su blanco cuerpo, mientras es
saboreado por labios inocentes.
Y en esa totalidad de repente un
punto. Un punto de luz. Que refleja la luz. Un punto acuoso. líquido, móvil, que se desliza por las mejillas.
Desde ese punto trasparente y fluido se hace evidente la materia prima de la que hablaba Borges y refrendaba Octavio Paz. Desde esta materia prima de la poesía, observamos, transformados, la "Alta Danza".
Desde ese punto trasparente y fluido se hace evidente la materia prima de la que hablaba Borges y refrendaba Octavio Paz. Desde esta materia prima de la poesía, observamos, transformados, la "Alta Danza".
Y los juegos de la velocidad y la
quietud. Los opuestos, nuevamente. La composición constante de movimientos que
transitan entre esos confines. Movimientos violentos, movimientos delicados. Y
una estética esencial. Que recurre a movimientos mínimos y máximos haciendo
visibles los recovecos del espacio. Haciendo visibles los recovecos del alma.
Y el alma inunda el espacio. En
forma de danza y polvo, llevándonos hacia la pureza de la adolescencia, hacia
su audacia, hacia la quiebra de normas. Hacia la búsqueda de la libertad. Solo el escenario está quieto,
vestido de ladrillos, insinuando la prisión de la que el alma quiere fugar en
danza. Y el espacio inunda el alma.
Moviéndose como serpientes
luminosas con sus cuerpos ya blancos y purificados con la dureza de la
ternura los Danzantes se elevan.
No veo, no oigo, no hablo. No procreo.
No veo, no oigo, no hablo. No procreo.
Y la música se entreteje con el
polvo para crear una atmósfera sagrada. Y uno se queda entre nota y nota, ascendiendo….
Con ella y con el polvo.
Solo ascienden los Inocentes.
Los inocentes mantienen sus esperanzas y sus sueños.
Despliegan su alas para conducirnos a sus alturas donde, como
bien nos dice Reynoso al final de su obra;
“algún día encontrarás un corazón a la altura de tu inocencia”.
“algún día encontrarás un corazón a la altura de tu inocencia”.
Gracias Francisco.
Arq. Javier Ortiz Cabrejos
Autor del libro BRAHM DARSHAN